miércoles, 18 de febrero de 2009

La Verdad

La falsedad básica está constituida por la mentira de que estamos completamente dedicados a la verdad de un modo que es al mismo tiempo honesto y exclusivo: que tenemos el monopolio de la verdad absoluta, así como el adversario ocasional tiene el monopolio del error.

Luego nos auto convencemos de que no podremos preservar nuestra pureza de visión ni nuestra sinceridad interior si entramos en diálogos con el enemigo, pues él nos corromperá con su error.

Finalmente, creemos que no puede preservarse la verdad a menos que destruyamos al enemigo, porque, como lo hemos identificado con el error, destruirlo es destruir el error.

El adversario, por supuesto, tiene sobre nosotros exactamente los mismos pensamientos y exactamente las misma política básica por la cual defiende la “verdad”. El nos ha identificado con la deshonestidad, la insinceridad y la falsedad. Piensa que si nosotros somos destruidos, no quedará en pie otra cosa que la verdad.

Si persiguiéramos realmente la verdad, comenzaríamos lenta y trabajosamente a despojarnos, un por una, de todas nuestras envolturas de ficción y engaño: o al menos deberíamos desear hacerlo. Por el contrario, el que mejor puede señalar nuestro error y ayudarnos a verlo es el adversario que queremos destruir. Y ésta es quizás la razón por la cual queremos destruirlo. Del mismo modo, nosotros podemos ayudarlo a que vea su error, y ésa es la razón por que busca destruirnos.

- Thomas Merton - "Paz Personal, Paz Social"

miércoles, 11 de febrero de 2009

Ilusión

Es en el desierto de la soledad y la vacuidad que el miedo a la muerte y la necesidad de autoafirmación se descubren como algo ilusorio. Cuando esto se ve de frente, la angustia no es necesariamente vencida, pero puede aceptarse y comprenderse. Así, en el corazón de la angustia se hallan los dones de la paz y de la comprensión: no simplemente en la iluminación y en la liberación personales, sino mediante el compromiso y la afinidad, ya que el contemplativo debe asumir la angustia universal y su ineludible condición de ser humano mortal. El solitario, lejos de confinarse en sí mismo, se convierte en cada ser humano. Habita en la soledad, la pobreza y la indigencia de cada ser humano.

Es en este sentido que el ermitaño, según Filoxenes, imita a Cristo. Pues es Cristo. Dios toma para Sí la soledad y el desamparo del ser humano: Todo ser humano.

Desde el instante en que Cristo se fue al desierto para ser tentado, la soledad, la tentación y el hambre de cada ser humano se volvieron la soledad, la tentación y el hambre de Cristo. Pero en cambio, el don de la verdad con que Cristo disipó los tres tipos de ilusión ofrecidos en su tentación (seguridad, prestigio y poder) puede convertirse en nuestra propia verdad, sólo si podemos aceptarlo. También se nos ofrece en la tentación.

Dijo Filoxenes: "Ve tú al desierto sin llevar contigo nada del mundo, y contigo irá el Espíritu Santo. Mira la libertad con que Jesús se fue y vete como El. Mira dónde ha dejado las reglas del mundo, deja tú las reglas del mundo donde El dejó la ley y sal con El a combatir el poder del error.

¿Y dónde se encuentra el poder del error? Después de todo hallamos que no está en la ciudad, sino en nosotros mismos.

- Thomas Merton - "Paz Personal, Paz Social"

Vida Espiritual

La muerte mediante la cual entramos a la vida no es una fuga de la realidad sino una entrega completa de nosotros mismos que involucra un compromiso total con la realidad. Comienza al renunciar a la ilusoria realidad que las cosas creadas adquieren cuando son vistas sólo en relación con nuestros intereses egoístas.

Antes de poder ver que las cosas creadas (especialmente las materiales) son irreales, debemos ver claramente que son reales.

Pues la "irrealidad" de las cosas materiales es sólo relativa a la realidad mayor de las cosas espirituales.

Comenzamos nuestra renuncia a las criaturas al despegarnos de ellas y al observarlas como son en sí mismas. Al hacer tal cosa penetramos su realidad, su actualidad, su verdad, que no pueden ser descubiertas a menos que las coloquemos fuera de nosotros mismos y retrocedamos para verlas en perspectiva. Sólo podemos ver las cosas en perspectiva si cesamos de abrazarlas contra nuestro seno. Cuando las soltamos, comenzamos a apreciarlas como realmente son. Solamente entonces podemos comenzar a ver a Dios en ellas. Sólo cuando lo encontremos en ellas, podremos iniciar el sendero de la contemplación oscura en cuyo final nos será posible encontrarlas en Él.

- Thomas Merton - "Pensamientos en la Soledad"